Mons. Jose Manuel Lorca, Obispo de Cartagena.-
Día del Seminario y pasión por el Evangelio van juntos este año. En realidad han ido siempre de la mano, porque detrás de cada sacerdote hay una historia de amor y una respuesta a una llamada y, afortunadamente, tenemos muchos ejemplos de vidas admirables. Dios sigue empeñado en salir a nuestro encuentro con proyectos de salvación. Ten los ojos abiertos, porque seguro que cuenta contigo y te aconsejo que se tenga en cuenta la frase central de la Biblia: “Mejor es refugiarse en el Señor, que fiarse de los hombres”.
Se necesitan hombres capaces de tender puentes para unir a todos los pueblos en la confesión del Dios de la Vida, para reconciliar los espíritus y aunar voluntades; hombres de diálogo preparados para llevar el mensaje cristiano a la sociedad; apóstoles consagrados capaces de sumergirse en el mundo y en la historia con un corazón contemplativo; se necesitan místicos que ayuden a encontrar a Dios en el día a día; necesitamos confesores de la fe y del gozo de creer, valientes hasta la sangre.
En plena Campaña del Seminario te digo que ser sacerdote hoy no es perder una vida, sino ganarla. El sacerdote se entrega a la misión evangelizadora sabiendo que no es el objetivo el pasarlo bien sino cumplir el encargo del Señor, para que la gente crezca y llegue a ser santa: “¡Ay, de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos!” (Ez 34). El sacerdocio está destinado a la Iglesia, a la comunidad de los hermanos; está destinado al mundo; es apostólico y misionero. El sacerdocio es caridad.
Queridos jóvenes, ¡El mundo os necesita! ¡el mundo os espera! Incluso en el grito hostil que lanza tal vez hacia vosotros, el mundo denuncia su propia hambre de verdad, de justicia, de renovación, que solamente vuestro ministerio podrá satisfacer”. Si un sacerdote es necesario siempre, en esta época, tan descreída, lo es más. ¡Venga, da el paso!